sábado, 2 de agosto de 2014

Lo siento, la amo.

Esta noche me desperté porque sólo quería sentir tu piel rozando la mía. Desperté porque necesitaba tanto tu presencia como el aire para poder seguir sufriendo en esta vida de fracasos y caídas, me desperté porque no consigo ser normal desde que te fuiste. Mi tristeza y mi depresión se pierden en el espejo del baño cuando te estas peinando, se pierden en el borde de la cama cuando te pones los zapatos y en la cocina cuando me preparas la taza de café y mi cuerpo sólo es el transporte, este tren descarrilado que no encuentra la vía.

Esta noche me desperté porque mi alma de Romeo buscaba a su Julieta para robarle el beso de la clandestinidad, ese beso que ya no se suele dar, el beso que retine lo que vales, y  mi alma buscaba la tuya para apreciar su desnudez dentro de las tinieblas del odio y la falsedad y superar tantos prejuicios a los que nosotros hemos sucumbido y que ya entran dentro de la normalidad.

Esta noche me desperté con la única intención de buscar donde dejaste el vestigio de lo que quedó entre nosotros y lo encontré, una roca tan fuerte como la historia, y en ella grabada nuestros nombres con la firma de la promesa lacrada con las lágrimas de aquella noche que decidimos dejarlo todo para marcharnos a aquel rincón de la incongruencia donde seríamos libres, donde nadie, por muy locos que estuviéramos, podría decidir si teníamos brillos en los ojos al mirarnos, al tocarnos o al pensar en nuestro futuro.

Esta noche me desperté y sólo vi como el gotero seguía alimentando mi acabada vida con el suero de la falsedad y el egoísmo de las personas que no te quieren. Me desperté y vi tu foto con la sonrisa de la espera, de la esperanza y llamándome de nuevo.

Te fallé en nuestro intento de evasión hacia la isla que veíamos siempre que podíamos estar juntos, te fallé porque mi puto cuerpo pudo aguantar tres minutos más el elixir del futuro que tomamos y no te dejaron esperarme, te fallé porque no me pude ir contigo, pero esta noche me desperté con el piar de un pequeño pájaro en la ventana de mi habitación, el pájaro de mi camino, el pájaro que me has mandado para no perderme y seguirte hasta el rojo de nuestra explosión.

¡Que suerte he tenido! ¡Que suerte que la planta de los desahuciado sea la octava! tu señal me ha abierto la ventana y ya sólo nos separa la aguja del mecánico gotero que sin ganas me mantiene vivo.

Cariño, la ventana está abierta, voy contigo.

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