miércoles, 30 de julio de 2014

El eslabón del amor

Desde pequeña fuiste tan guapa como tu madre, educada, alegre como son los niños, con ganas de vivir,  pero nunca te invadió la fresca blancura que, sin quererlo, reciben los niños desde que nacen.
Desde pequeña, veías a los niños como seres tontos y atolondrados y pronto empezaste a aburrirte con sus juegos y comenzaste a jugar con niños mayores.

Muñecas rotas y cuentos empolvados de no abrirlos era todo lo que quedaba en tu habitación, y simplemente eso eran los vestigios de tu verdadera edad.

¡Que pronto te hiciste mayor! que pena de no haberte embriagado con la facultad de convertir cualquier problema en un juego o de soltar algunas lágrimas por el simple hecho de que no te dejaran comer otro pastel, que pena de no haber sido niña.

Te saltaste el único momento de la vida en el que se puede vivir, no aceptaste ser niña porque te llamaba más la atención el rímel, la faldas cortas y el lenguaje soez. Tus padres no se dieron cuenta porque es más fácil no darse cuenta, no saber con quien vas ni donde estas, el "vive y deja vivir" a veces te puede salir caro porque lo que se pierde es muy difícil recuperar y tu perdiste lo más importante con la complicidad de los que te querían.

Aquella mañana, recién cumplido los 13, que te levantaste y vistes las sábanas rojas, deberías haber rechazado los besos de tu madre porque sólo fueron besos y no hubo consejos que te ayudaran en el pedregoso camino que se te abrió por delante. No te convertiste en mujer en ese momento, para ti fue un mero trámite biológico que tenias que pasar y que te extrañaste de haberlo pasado tan tarde ya que tu mente nunca había caminado en paralelo a tu cuerpo.

En ese momento y sin saberlo, te convertiste en Babilonia la Grande y tu misión fue buscar al  Nimrod que te ayudase a construir tu particular torre de Babel con la que empezarías a caer.

Con catorce años, por mala suerte, comenzaste a engendrar una vida de tu corta vida, te quedaste embarazada porque los juegos de los niños te aburrían y nunca hubo cinco minutos que se pudieran perder en hablar contigo y aconsejarte sobre lo natural y antinatural, lo bueno y lo malo y sobre todo de lo que vale tener 14 años y que no los volverás a tener.

- ¿Que vas a hacer ahora?, estás en el instituto, forjando con el sufrimiento del fuego y el peso de ese gran martillo, el futuro que esperabas, pero has abierto la puerta del abismo por donde se van tantas esperanzas y tantas ilusiones y tienes un pie puesto en el borde a punto de saltar hacia la oscuridad de esa madurez que no te corresponde. - ¿Qué vas a hacer ahora?

Ahora si, ahora tus padres se sacan de la chistera, como patéticos magos de feria, algunos buenos consejos, " - hija, lo hecho, hecho está", "hay que mirar para adelante y de esto no se va a enterar nadie", ya lo han decidido, el problema no ha sido que con catorce años te hayas quedado embarazada, porque sería autoculparse por no haberte querido lo suficiente en su momento, sino en que clínica debes acabar con esa vida de la que ellos son casi más parte activa que tú.

- Doctor, no podemos dejar que la "niña" tenga un bebé, ¿que van a pensar los vecinos?¿que pensarán en el club?

¿Alguno de ellos se ha parado a pensar ni un segundo de su tan preciado tiempo que malgastan en ver telenovelas o ponerse los cuernos por internet, en la decisión de su "niña"?

Se vuelven a bañar, como Cleopatra, en la leche de su egoísmo, no te escuchan, toman sus decisiones y te mandan callar porque ahora si eres una niña, una niña que tienes que estar en el instituto y haciendo cosas de niñas, ya no controlas tu vida. 

Llevas tres noches sin dormir, odiándote y odiándolos, pero de alguna manera vas queriendo lo que llevas dentro, de alguna manera vas notando como una cadena en tu interior te engancha, eslabón a eslabón, a lo que podría ser una segunda oportunidad de ti misma, y ese eslabón tan fuerte, se está fraguando con el fuego de tu amor y nadie podrá romperlo porque es un eslabón de amor.