sábado, 18 de octubre de 2014

LAS TORRES



Después de la última batalla perdida,

caminando entre los pedazos de mi fracaso,

extasiado por la desilusión y sin poder unir los hilos

de la vida que me queda con la alegría perdida,

levanté el muro que me protegería de la realidad.


Después de ver marchar a los seres de ropajes negros

que tratan de cegarme el amanecer de mis días,

con sus sangrantes manos de pérfidos corazones,

levanté cuatro torres que rematan mi muro

protector de los miedos y redentor de mis pecados.


Cuatro torres altivas que vigilan mi alma

impidiendo otro ataque de nuevos sentimientos frustrados,

torres construidas con la amargura de tantos desengaños,

negras, de piedra románica con la espesura de la eternidad,

protectoras del futuro que aún me queda.


Cuatro torres que se forjan con lágrimas y odio

duras, impenetrables e inaccesibles,

destinadas a separarme de las dulces palabras

que se dicen sin pensar y traen tristes desenlaces,

torres que asustan por su indiferencia hiriente.


Después de otra batalla perdida

me invade el  cansancio de tantos reproches

que crecen dentro de mi como un virus que me domina

y me convierte en una figura de piedra que asimila

tantas caídas que ya acepta como normal el fracaso.


Las torres de mi inconciencia que entre la negra esperanza,

mecen la cuna de mi corazón roto

y me llenan la cabeza de recursos saturados de odio,

creando a mi alrededor una coraza de soledad

que me mueve hacia un solitario futuro teñido de negro.


Esperanzas rotas cuelgan de mis torres,

sueños de amor pisoteados, como trofeos cuelgan,

y cuelga mi voz como gemido de lamentaciones

porque las torres protegen mi alma

de nuevos sentimientos frustrados.

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